jueves, 29 de diciembre de 2016

Una jaula llamada realidad

   





   Los seres humanos somos una bella paradoja, somos un contenedor maravilloso capaz de ser día y noche, pudiendo ser generadores de lo más sublime y lo más terrorífico, el rango es literalmente infinito abriendo una gama de posibilidades inmensa y a la vez abrumadora, el gran secreto es qué hace que podamos elevarnos a lo sublime o descender a la oscuridad o peor aún, quedarnos sumidos en un letargo donde parece que vamos por la existencia ajenos a casi todo, indiferentes a la magia de la vida, sin ser capaces de percibir la maravilla que emana de nosotros mismos, eso que llamo ser un “durmiente” y que con tristeza tenemos que reconocer que es la gran mayoría, una mayoría estática e indiferente que no quiere ver en lo que se ha convertido.
   Una de las sorpresas más extrañas que este lunático buscador ha encontrado en su camino es reflexionar que en otros tiempos, aquellos a los que regreso con frecuencia que están en la mágica infancia, donde la posibilidad de tener acceso a información era algo complejo, algo que hoy puede hacerles sonreír, no se tenía la maravilla de la red que al golpe de un clic nos da posibilidades impensables, y que en aquellos inicios era imposible, haciéndonos sentir incapaces de obtener más piezas de este extraño rompecabezas, aparte de ir marcando en el alma nuestra extrañeza y locura, convicción que cada mirada a nuestro alrededor confirmaba, recuerdo nítidamente la expresión de amigos y familia en una reunión en casa donde servidor expresó su convicción de ser vigilado por algo extraño y externo, algo que suponía era extraterrestre, -era mi hipótesis de trabajo en aquellos tiempos- y percibir en la mirada de quién escuchaba aquello que decía atónito y miraba a mi madre como preguntando si era normal que un chaval que recién cruzaba su primera década en este mundo estuviera tan loco o por lo menos enfermo, mi madre en silencio respondía con lo que pudo ser una sonrisa forzada pero que dejaba expuesta su duda, quizá su primogénito estaba loco, pero ella lo amaba igual, -para bendición de quién les escribe- y todo esto logró hacerme pensar que en realidad era un forastero en un mundo extraño en el cual no encajaba -¡aún me siento así!- y que emprendía sin saberlo en aquel tiempo el inicio de una travesía maravillosa pero solitaria.
   La ruta estaba marcada y las sorpresas aparecían una tras otra, unas eran bellas, al paso del tiempo fui descubriendo que no era un loco solitario, que habían otros que dudaban y suponían que algo ocurría, en principio, de la mano de libros arrumbados y poco comerciales pero que proponían, miraban y analizaban cosas extrañas y tal como si esos locos jugaran un juego, cada uno aportaba una pieza nueva al rompecabezas y con cada una la idea comenzaba a tener forma. Algo ocurre, algo hace que esta maravillosa maquinaria humana se desajuste y le cueste conectar con el universo para llegar a donde su potencial indica y esto no es accidental, esto es un silente y deliberado plan para mantenernos cautivos y que no nos demos cuenta que estamos dentro de una jaula, una tan maquiavélicamente estructurada que parece locura de unos pocos, ojalá lo fuera.
   Sé cómo suena esto, parece un delirio carente de sustento pero no soy el único, existe una gran cantidad de “lunáticos” que muchas veces han elaborado artesanalmente sus teorías y que con el tiempo se han convertido en serias hipótesis de trabajo, cuando uno se sumerge, descubre un océano de información que nos saca del cajón de los locos solitarios, pensar que mucha gente sin conocerse, sin saber que existen otros que también han captado alguna de las extrañas anomalías que el ortodoxo y el miope -por no llamarlos de otra forma- minimizan y reducen a lo que se conoce como “teorías de la conspiración” que en principio parecen inconexas, sin nada que ver entre sí, pero cuando se ve el cuadro completo lo que obtenemos es escalofriante, hace que esta realidad tenga una imagen completamente distinta a lo que suponemos, algo pasa y es un fenómeno multifactorial que hoy comenzamos a analizar, este en especial es importante ya que de alguna forma nos toca, viene escondido en algo que a todos nos causa un efecto que raya en lo mágico y me refiero a la música.
   La música es una de esas maravillas que es muchas cosas a la vez, puede ser un espejo, una ventana o una puerta, depende del que escucha y qué escucha, a través de su vibración nos lleva o nos trae emociones y sensaciones que sin duda pueden “romper” nuestro cerrojo sacando esa gama mágica que es la capacidad de sentir, algo que parece perderse, preferimos escondernos de lo que sentimos y por eso su importancia, imaginen qué mejor forma de ocultar algo, algo que sin saberlo nos desajuste. Eso es lo que parece ocurrió, nos remontamos al siglo pasado en el año de 1939 surge un decreto emitido y parece bien ocultado por un oscuro alemán nazi con apellido Goebels donde estandarizó un “ajuste” a la afinación de la música que fue aceptado tiempo después por la Organización Internacional de Normalización llevándolo del que se usaba que era a los 432 Hz y pasó al 440 Hz que es el que usamos en la actualidad, pareciera algo nimio, insignificante y casi imperceptible desde nuestro plano consciente pero el efecto en nuestra maquinaria interna es abrumador, piensen esto, todo en este universo es vibración, la naturaleza baila una danza eterna y mágica, toda la materia vibra y el planeta no es la excepción y ese 432 embona con la vibración de nuestro vehículo estelar mucho mejor que nuestro 440 oficial que causa lo que por resumir es un conflicto en los centros energéticos conocidos como chakras, se dice que desajusta nuestro “centro corazón” los efectos físicos, estrés, cansancio, des concentración, cosas poco comunes, ¿no creen? 
   Es llamativo que muchos “avances” de nuestra época son cuestionables en más de un sentido por las repercusiones en los que deberían tener o sentir sus beneficios que somos nosotros, la información al respecto es abundante y me parece más que llamativo que en una época a la que regresaremos en más de una ocasión que es los ya lejanos años cincuenta, porque en ese tiempo se ha gestado hechos singulares que iremos viendo poco a poco, que extraño es que se haga un ajuste que provoca una desarmonía, por decirlo simplemente nos desafina con la vibración del planeta, es impresionante que nuestro oído tiene algo llamado “coclea” que parece una caracola marina que vibra y es compatible armónicamente con ese 432, es maravilloso descubrir que la naturaleza se ajusta a términos como la proporción áurea que enlaza con la famosa secuencia Fibonacci, es decir con un diagrama mágico que parece la firma del creador de este universo, la matemática nos da clases de mística y nos hace más que entender, sentir que existe un diseño maravilloso y complejo en la creación, que extraño es ver que ciertos estamentos se empeñan en ir en contra de ese diseño, eso es lo más importante de estos detalles extraños, tristemente son muchos y eso es lo que me dice que existe algo anómalo, algo que se oculta, de lo que no se habla abiertamente y cuando se busca encontramos omisiones, cuestionamientos de una estructura bien armada que es la ortodoxia, el poder oficial que no ataca, se reduce a omitir, a borrar disimuladamente datos que parecen quedar volando y crean la duda en el profano que se ha acostumbrado a preguntar y acepta las respuestas de esa estructura pero si vemos la imagen completa veremos que hay “algo” detrás de la imagen, la realidad que damos por sentado es y existe pero está saturada de disonancias, de hechos que no deberían estar ahí, las preguntas comienzan a formarse en una larga cola, esperando su turno para el tiempo de respuestas, quién, cómo y sobre todo porqué, créanme que hay muchos hechos y pocas respuestas, las pocas que se van descubriendo nos llevan a pensar que en verdad hay algo oculto detrás de todo esto, este es el primero de muchos hechos que nos hacen vislumbrar una jaula en la que está montado esto a lo que llamamos realidad.

martes, 20 de diciembre de 2016

Mi particular estrella de Belén

   El final de un año es el marcador más simple que usamos para medir nuestro paso por la experiencia de la vida, los años se acumulan y con su paso ésta se nutre de experiencias que nos regalan otra herramienta importante para nuestra caja personal que es la experiencia en primera persona, el paso de los hechos de nuestra vida filtrados por nuestra maquinaria, marcan lo que somos, la vivencia directa es fundamental, pero muchas veces no alcanzamos a dimensionar en su justa medida al vivirlo. Cuando son hechos ocurridos en la mágica fase de la infancia nos falta información, no tenemos lo suficiente para contrastar y analizar pero la imagen de algunos de ellos queda fundida en el alma, su marca es indeleble y permanecerá en nosotros siempre, sólo al recordarlo y reflexionarlo toma su verdadero poder, resurgen de nuestro almacén mental y desde algún tiempo tiendo a pensar que existe una razón, una causa por la que olvidamos o mantenemos los recuerdos, este hecho ya es misterio en sí, pero la historia hoy viene una vez más de algo vivido en los primeros diez años de la vida del que ahora les cuenta, esta vivencia en especial creo fue causa, hecho que transformó mi forma de percibir el mundo y que me regaló una de la preguntas eternas en mi camino, hoy mi hipótesis respecto a lo que ocurrió es totalmente distinta pero lo vivido sembró raíz en el alma de este buscador, que a los siete años tuvo su primer encuentro con lo que está más allá de lo físico, con ese mundo paralelo que sin duda existe y acompaña a los humanos desde siempre, el nombre varía, depende del observador, este buscador lo interpretó en primer momento con lo lógico en el contexto del momento vivido, pero sobre todo, con la información contenida en lo que llamaremos el “disco duro” mental hasta ese momento, después mi mente surcó por una respuesta más extraña, algo que disparo mis sentidos a otros mundos literalmente, la posible presencia de seres de otro mundo, uno de mis misterios consentidos, quizá por ser el que me atrapó inicialmente, pero hay mucho más…
   Pero subamos a la máquina del tiempo, regresemos a los años setentas donde las cosas eran diferentes, no sólo porque aquel Distrito Federal, capital de la República Mexicana ya no existe, ahora es la CDMX, sino porque quien les escribe era un chaval de siete años y su preocupación en aquel diciembre del año 1977 era únicamente la llegada del “Niño Dios” y no exactamente por la celebración de la Navidad en sí, sino porque esperaba ansiosamente los regalos que traía con su llegada, siempre me pareció raro que el “festejado” trajera regalos pero su excentricidad no la cuestionaría, era la tradición llevada en casa y debo decir que aquella historia ya me mostraba lados débiles, tenía dudas, pero los regalos eran los regalos y mi emoción estaba a tope, el tiempo me mostraba sus paradojas, aquel 24 de diciembre me pareció que pasaba lento, muy lento. Las horas parecían durar el triple, miraba mi reloj y la hora parecía detenida, mi urgencia de que terminara el día para despertar, correr a la sala y tomar del árbol navideño mis juguetes lo sentía aún muy lejano.
 Pero todo inicia y termina, aquel eterno día llegó a su fin y con él la emoción le dio un buen puntapié a la espera y al aburrimiento que me tenían secuestrado, mientras la luz se marchaba los latidos de mi corazón aumentaban su ritmo, la larga espera de un año terminaba, ¿encontraría lo solicitado en mi carta al Niño Dios? mis peticiones siempre fueron especiales e inusuales, ¡pero qué pregunta!, era un dios y podía hacerlo. Poco después llegó la orden de mi madre para irnos a dormir, creo que era el único día del año que mi hermano y yo no oponíamos resistencia al toque de queda, quedaba menos tiempo de espera y me daba mis mañas para quebrar aquella orden, -siempre lo he hecho- debajo de mi cama tenía una lámpara de mano que encendía para leer debajo de las cobijas, así le ganaba horas al tiempo de dormir, la lectura me empezaba a causar adicción. Las horas pasaban, no tengo claro cuánto tiempo había transcurrido pero la calma imperaba y el silencio sólo se rompía cuando daba vuelta a la hoja del libro que me tenía atrapado, me había olvidado del consejo de mi madre que nos decía que si no estábamos dormidos cuando El Niño Dios pasara por la casa seguiría de largo y no tendríamos regalos a la mañana siguiente, lo decía con esa seguridad que sólo una madre puede ostentar, la advertencia quedaba ahí y nunca tuve intención de retar a alguien con esa seguridad al hablar, lo cierto es que aquella lectura me tenía atrapado, hasta que algo me sacó de mi trance, una intensa luz, -sólo imaginen estar debajo de las cobijas-  lo primero que pensé fue que había sido pillado por un operativo de vigilancia sorpresa de mi madre, pero aquella luz era distinta, era lo suficientemente intensa para percibirla debajo de mis cobijas, aparte no vino acompañada de ningún sonido, si hubiera sido mi madre no estaría ese silencio, tendría que decirme algo y el regaño no llegó, espere un momento, quizá buscaba sorprenderme pero poco a poco el sorprendido era yo. Todos los sonidos se esfumaron, sentí una extraña sensación que en aquel momento no podría definir, sorpresa, miedo, ¿pero a qué? 
   La sensación era muy rara, pensé rápidamente, quizá una broma pero los segundos seguían corriendo y no llegaban las risas y el desenlace, no me quedaba más que destaparme y enfrentar lo que fuera, mi corazón latía más aprisa, aspiré y sin más me destapé, sin quererlo cerré los ojos…
 Lo que encontré al abrirlos no podía imaginarlo ni en mis más alucinantes sueños, tardé unos instantes en reaccionar, la palabra más cercana a lo que sentía era sorpresa absoluta. Cuando algo irrumpe en tu realidad, algo que se supone no existe, ocurre en nuestro interior un ajuste irreversible, algo explota y hace que jamás volvamos a ver este mundo con los mismos ojos, eso fue exacto lo que sentí al ver mi habitación iluminada como si fuera día, la luz provenía de mi ventana, una luz descendía lentamente, tan grande como la ventana misma, -unos dos metros y cincuenta centímetros aproximadamente-  y se detuvo ahí en mi ventana, en un cuarto piso, en una céntrica colonia de una de las ciudades más grandes del mundo…
   A partir de ese momento la concepción del tiempo sufría un desfase, no tengo claro cuánto tiempo me quedé mirando la luz, lo que recuerdo como si lo viviera de nuevo, fue la explicación que le di a “aquello” suspendido frente a mi ventana, ¡El Niño Dios había llegado! en segundos vi el rostro de mi madre diciéndome ¡te lo dije! La sorpresa quedó ahí atropellada por la angustiosa sensación de haber cometido una infracción grave que tendría castigo, ¡mis juguetes se despedían por mi necedad! en un inocente reflejo tratando de componer aquel lío sólo se me ocurrió cubrirme con mis cobijas a la velocidad del rayo, quizá El Niño Dios estuviera mirando a otro lado y no alcanzara a observar mi osadía.
   Por si esto no les parece mucho lo más extraño fue que no tengo recuerdo alguno de los instantes posteriores a mi gran escape, el siguiente recuerdo que tengo es el verme sentado en la alfombra de la sala, a lado de un hermoso árbol natural que fuimos a cortar al bosque de los árboles de navidad como hacíamos cada año, leyendo absorto el libro que El Niño Dios me trajo esa inolvidable noche, “Un mundo nos vigila” de Pedro Ferriz, por el que mi padre vestido de incógnito, magia maravillosa con que nuestros padres embellecen nuestra infancia, sufrió lo indecible para conseguirlo en una noche en que las bicicletas, las pelotas y demás juguetes son lo más buscado, no contaba con que los lunáticos requerimos de cosas diferentes.
   Preguntas posteriores, ¡todas! Las hipótesis de trabajo han aumentado con el paso de los años haciendo más grande la búsqueda, la posibilidad de una abducción, tema recurrente en la casuística ovni, los tiempos perdidos son el regalo con que quedan miles de testigos que han pasado por eventos de este tipo, la posibilidad de alguna reacción neuronal que causa situaciones extraordinarias y que las neurociencias buscan “entender” lo que ocurre en nuestro cerebro, uno de los misterios más grandes a los que podemos enfrentarnos, en ese lapso entre los siete y diez años ocurre lo que se conoce como poda sináptica, provocando cambios en la forma en que se conduce la información en el cerebro infantil y es un parteaguas entre la infancia y las siguientes etapas, lo real es que los solsticios y equinoccios son marcadores que esta humanidad de la mano de sus creencias, mitos y religiones se han empeñado en “celebrar” vestidos de las más variadas formas, pero las creencias caen “coincidentemente” en estos marcadores, fechas en que ocurre una mágica mezcla entre lo físico y lo que está del otro lado, el efecto sociológico, causante del germen del cambio, la inobjetable realidad del antes y después de estos hechos en el observador modificando su manera de ver, percibir y entender su realidad.
   Las preguntas se acumulan dejando a su paso un universo por descubrir, cada día llegan a nosotros nuevos datos, estudios y en algunos casos pruebas de hechos imposibles confirmando su realidad y muchas veces su mala interpretación, pero lo más importante es que cuando lo mágico nos guiña un ojo y nos muestra una chispa de lo que ocurre quizá a un gran puñado de lunáticos transformándolos, eso es absolutamente real, tanto como el dispositivo en que aterrizó mi vivencia y mi locura, la magia existe y es más grande que lo que cualquier historia mítica puede expresar, su poder es hacernos mirar a través de la maravillosa ventana que sólo se puede mirar si se abre nuestra mente y alma, mensaje poderoso en esta realidad miope y acelerada, estamos a unos días de nuestro paso por uno de estos marcadores, uno de los más importantes y deseo que la magia les toque de cerca y se unan a los lunáticos eternos en la travesía de la búsqueda, que así sea y mis mejores deseos vuelen por el universo de la red y lleguen a donde se encuentren.
   

domingo, 11 de diciembre de 2016

El enigma del número 11

  Cuando hablamos de misterio ocurre en nosotros un fenómeno fascinante que hace que nos enganchemos, nos hace entrar en una espiral infinita que comienza sin pensarlo, algún tema de esos que se consideran extraños, algunos nos llaman y de ahí comienzan las preguntas, con una llegan otras logrando que lo que en principio era una búsqueda específica se multiplique y de pronto nos descubrimos sumergidos en una infinidad de teorías, conocimientos, filosofías que dejan en nuestra alma y pensamiento la sensación que se siente cuando miramos la mágica vista de una noche estrellada, esas, donde miles de luces brillan, todas y cada una es una pregunta específica, un lugar, un sueño.
   El camino del buscador suele ser más menos el mismo, un evento lo suficientemente importante para hacernos mirar, para hacer una pausa en nuestra vida habitual y que nuestra maquinaria, la más humana y bella, la que nos hace pensar, analizar, preguntar y buscar. Esto es el equipo de fábrica de todo ser humano, pero con pena somos testigos de su cada vez más frecuente olvido, los durmientes no la necesitan, les dicen que todo está inventado y lo que es peor, lo creen.
Pero la semilla se arraiga y florece, la curiosidad hace el resto y la búsqueda empieza. Los misterios clásicos nos dan la bienvenida al universo donde las preguntas jamás terminan. Algunos se detienen quedándose en esta antesala, los tiempos, las dudas y muchas veces el temor hace que con cautela sólo miremos esa puerta que nos lleva a las incógnitas mayores, a los lugares donde se encuentran en los más diversos y en apariencia distintos misterios que tienen puntos en común, se descubren conexiones extrañas, verdades ocultas y una gran maquinaria que parece “entender” desde otro nivel el misterio, parece que existe un lenguaje, un código que se ha preservado a lo largo de la historia y que es hilo conductor en las cosas más impensables y que a primera vista parece locura, pero créanme que no lo es y sólo por nombrar alguno les contare del enigmático número 11.
   Este número es considerado uno de los números maestros, desde el punto de vista de las sociedades secretas sólo por nombrar alguna, la masonería en su rito escocés le considera fundamental y divide por decirlo de alguna forma el conocimiento, los primeros once niveles hacen al “hombre verdadero” los siguientes once lo hacen “pontífice” para que los últimos lo hacen “soberano” como pueden ver el 33, 3 veces 11. Desde otras filosofías se le considera el portal, el primer paso importante del iniciado, los vedas lo expresan con el primer nivel de once es creado en el cielo, los siguientes en la tierra y los últimos en aire, en la cábala hebrea es igualmente importante, el once es el “kaf” la corona y representa la auto realización a partir de la fe y la voluntad.
  Como pueden ver es más que interesante que filosofías y creencias en teoría inconexas “armen” su cosmogonía a partir de este singular número, he aquí uno de los factores básicos para el buscador, la repetición; cuando abre su mira comienza a encontrar patrones que se repiten y coinciden más allá de la simplista excusa de la casualidad, existen en este caso concreto una impensable cantidad de “hechos” que aterrizan en este número que genera muchas incógnitas como puede verse, pero si el hecho de que filosofías tan alejadas le consideren, entramos a donde el misterio crece y de qué forma, eventos que se han teñido de importancia histórica y que cuando los vemos desde este ángulo toman otra dimensión, abróchense los cinturones, el 2 del 11 de 1945 a las 11 de la mañana se dio el cese a la Segunda Guerra Mundial pero cada año a las 11 de la mañana del día 11 se guarda un minuto de silencio por los caídos, se le llama el día de la remembranza, el 11 de septiembre de 1973 en Chile celebran el golpe de estado de Pinochet y posteriormente se le cambió el nombre a día de la unidad nacional, la misión espacial más famosa donde nos dijeron llegó el hombre a la luna fue la mítica Apolo 11, el 11 de mayo de 1981 en España se da el famoso caso de la neumonía atípica mejor conocido como el síndrome de colza, el 11 de marzo del 2004 se da el mayor acto terrorista ocurrido en España dejando 191 víctimas, número que de nuevo al sumarse da 11, no podemos dejar de nombrar el más famoso que fue el 11 de septiembre del 2001 donde ese gran once que eran las torres gemelas de Nueva York fueron derrumbadas por un primer avión que era el número 11 con 11 personas donde creo inicia lo que llamo “la era de la mentira” -de la que hablaré en otro momento- y que fue 11 años antes del “fin” del calendario maya.
   Aquí el misterio da un giro de tuerca más, no sólo el hombre ha marcado este número con eventos, de hecho creo que se está conmemorando una cifra que es de alguna forma un marcador en el diagrama de este universo y lo saben, al hacer coincidir en esta fecha tantas cosas y la naturaleza o el destino no se queda atrás, el agujero negro central de nuestra galaxia da un giro cada 11 minutos, la parte más profunda del océano es de 11 kilómetros, el 11 de mayo de 1974 un terremoto en China dejó 20000 muertos, otro 11 pero de marzo del 2011 Japón es azotado por otro terremoto dejando miles de muertos y uno de los mayores desastres nucleares hasta ahora, el ciclo solar es de 11.1 años, si multiplicamos 1111 por 1111 da por resultado una escala fractal escalofriante, 1234321, imagínenlo es una pirámide inacabada, del 11 de septiembre quedan 111 días para el término del año y es el día 254 que sumado da de nuevo ¡11!
   Este es un buen ejemplo de lo que considero misterios mayores, el universo nos ha dado un código mágico a través de las matemáticas y no tengo duda que este conocimiento conecta de alguna manera a una “inteligencia” por llamarla de alguna forma que sabe cómo funciona este universo y lo mantiene reservado para una minoría que usa o celebra este número que parece una llave o una puerta para algo lo suficientemente trascendente como para mantenerlo oculto, la búsqueda como pueden imaginar es inmensa, sólo nos queda mantener los sentidos atentos para poder descubrir y colocar una pieza más de este mágico rompecabezas, hoy día once que espero que desde ahora lo vean de forma distinta, el misterio es la maquinaria que hace girar esta vida que vivimos seamos conscientes o no…

viernes, 2 de diciembre de 2016

El libro de los hechizos

El libro de los hechizos, una joya invaluable
  








   Quien, cómo y porqué son preguntas que nos hacemos una y mil veces a lo largo de la vida, qué situaciones tuvieron que ocurrir para que llegáramos al lugar y las circunstancias en las que nos encontramos en el presente, en donde muchas veces nos sentimos en un callejón sin salida. Algunos, impulsados por una extraña inquietud que a la vez parece extinguirse poco a poco, en una actualidad que supone “saber” todo pero parece perder fácilmente la brújula en el intento de encontrar lógica a lo que muchas veces consideramos sorpresivo y hasta injusto en el camino.
  En esta búsqueda olvidamos que el primer lugar donde explorar es dentro de nosotros mismos, dentro de la más potente máquina de misterios a la que podemos accesar que es nuestra mente. Existen muchas veces, ocultos en los rincones de la memoria las huellas y las razones que nos han hecho ser lo que somos, como en tantas otras búsquedas, los durmientes se empeñan en buscar afuera lo que está dentro, ahí está la estructura y la configuración básica de nuestro ser, las semillas que con el tiempo y lo vivido moldean poco a poco lo que llamamos nuestro “yo.”
  Cuando afinamos la mira y comenzamos el viaje hacia lo profundo de nuestro ser en busca de razones podemos descubrir lo que llamo “esas pequeñas grandes cosas” que sin importar que pueda pasar media vida y no recordarlas fácilmente, conservan su efecto en nosotros. Tiene que llegar algo, en apariencia sin importancia, quizá un comentario, que parece totalmente inconexo con nuestro presente, y aún más con nuestro pasado, pero cuando como por magia retornan a nosotros nos producen un impacto tal vez más poderoso que cuando lo vivimos por primera vez, el tiempo les da un color distinto, la perspectiva los muestra en su real magnitud y nos sorprenden regalándonos algo que ha estado ahí y que tiene el mágico poder de darnos esos porqués anhelados. Tal es el caso en una reciente conversación que giraba en torno a la falta de sentido, donde el hastío que esta rutina obsesa que nos forzamos a llevar nos hace olvidar en el camino nuestro razón, nuestra verdadera vocación que tristemente la mayoría de las veces queda olvidada en el camino y en broma me cuestionaban cuándo y dónde me había transformado en un lunático buscador, en un curioso irremediable que ve misterios en todo lo que nos rodea y la causa, al menos una de ellas, llegó nítida a mi mente. 
   Los recuerdos brotaron sorpresivamente llevándome a mi infancia, entre los diez u once quizá, retorné a la colonia Narvarte de la Ciudad de México, en un departamento de un cuarto piso, dos recamaras y un baño donde me ocurrieron muchas cosas, el recuerdo me hace verme bajar las escaleras y dirigir mis pasos sin mucho ánimo, los encargos nunca fueron mi fuerte, no me agradaba que me mandaran, mis problemas con la autoridad y lo establecido con el “"debe ser así” comenzaron muy temprano, me vi salir del departamento y caminar hacia el VW sedán de mi padre que mi hermano y yo llamamos “Gervacio” el porqué es otro misterio por resolver; tenía la encomienda de recoger del carro el periódico y las revistas que religiosamente leía mi padre, la política era uno de sus intereses que en aquellos tiempos no entendía y ahora creo que mucho menos, pero de pronto algo me hizo salir del aburrimiento por mi forzada misión, la sorpresa surgía de donde menos lo hubiera esperado, entre las revistas había un libro. El hecho en sí nada tenía de sorpresa, mi padre es un asiduo lector, lo que me estremeció fue la portada y el nombre de aquel libro… “El retorno de los brujos” 
   No sé cuánto tiempo estuve mirando aquella portada, mi mente comenzó a girar tratando de entender aquello, la palabra “brujo” me causaba un efecto de curiosidad y en aquel tiempo temor porque era y es un término asociado a la oscuridad y al mal, mi mente siguió girando incontrolable, imaginé a mi padre con una túnica negra haciendo hechizos en la oscuridad de la noche, ¿podría volar, qué poderes tendría escondidos? de pronto me sentí culpable de no cumplir de buena gana sus órdenes, quizá el castigo sería… 
   Sin perder ni un segundo tomé las cosas y subí rápidamente a cumplir con mi encargo, recuerdo como si lo estuviera volviendo a vivir, la manera en que le miré al entregarle su periódico, revistas y aquel libro. Intentaba descubrir algún detalle que le delatara pero lo único que noté fue una mirada de curiosidad por la forma en que yo lo veía, ¡pero cómo no lo imagine!, ¡podía leer la mente! Me había descubierto, sin más me retiré a mi habitación esperando que el castigo por escarbar en su secreto no fuera lo que mi mente imaginaba.
   Pero lo mágico aún no comenzaba, los siguientes días dieron paso a lo que considero mi primera investigación, no perdía detalle de su proceder, le observaba permanentemente buscando algo, pero fracasé rotundamente, mi hipótesis de trabajo era que como había leído mi mente fue más precavido en ocultar su secreto, desde aquel instante mi curiosidad por lo que ocurre en la mente fue uno de mis enigmas favoritos y las sorpresas no paraban en mantener mi mente alerta. Al paso de un mes, -por lo menos eso recuerdo- mi padre terminó la lectura de su libro y aquel pasó al sitio donde los guardaba, un viejo e inmenso ropero de madera -así lo veía entonces- la segunda fase de mi investigación comenzaba, hacerme de aquel libro para descubrir sus secretos, ya me imaginaba volando o haciéndome invisible cuando pudiera aprender lo que aquel libro contenía.
   Su lectura no fue simple, tuve que recurrir mil veces a un diccionario por el universo de palabras recién descubiertas, de su lectura puedo decir que derivó en leer por lo menos ciento cincuenta libros que por su causa leí posteriormente, su magia me atrapó, la lectura es una de las partes más bellas de mi vida, un libro es muchas cosas al mismo tiempo, es puerta, es ventana, es espejo, es una máquina para viajar en el tiempo, es un universo desconocido y a la vez tan cercano, el íntimo acto de entrar en el alma de alguien que no conocemos, es misterio y descubrimiento.
   Pero no es todo, efectivamente había hechizos en aquel libro, su hechizo le ha dado forma a mi trashumar por este planeta, su propuesta, “el realismo fantástico” ha sido la búsqueda permanente que acompaña mis pasos, con el aprendí a volar, estoy la mayoría del tiempo en el aire con todo lo bello pero con todo lo inconveniente que esto puede generar en un mundo donde lo material y pragmático son dogma y a través de su óptica no se entiende que el hecho más fantástico es simplemente el olvido o la omisión de un conocimiento que le hace vestirse de magia, su lectura me convirtió en un aprendiz de hechicero que aspira a la apertura permanente de la mente. Ahora mientras escribo estas letras descubro una causalidad mágica, es un hecho documentado que los brujos y hechiceros transmitían su saber a sus líneas de sangre, la genética es magia que transmite informaciones codificadas de formas que aún ahora no alcanzamos a comprender, esas pequeñas grandes cosas me hacen que escriba partiendo de un recuerdo que llegó sin esperarlo, de la manera más “casual” que conecta con el brujo que me heredó locura, capacidad de volar, él permanece en el aire más tiempo que en la tierra, la tórrida pasión por la música, mi otro mágico misterio, ese brujo que tiene mucho que ver en la manufactura de este lunático eterno y que cumple años el día dos de diciembre, fecha en que subo al universo de la red este puñado de sueños, ¡Felicidades Papá!