martes, 27 de junio de 2017

Una mágica pintura mental

   



   Ha sido inútil, la persistencia femenina es como un ferrocarril que no es fácil detener cuando está en movimiento, su itinerario y su destino son irrevocables por más que nuestro deseo por eludirla nos haga intentar inútilmente engañarla, la dama que cada vez está más cercana ha dado un paso más, se acerca irremediablemente a este lunático buscador y al sentir su intensa mirada y su cercanía no me queda más que observar y tratar de entender lo que ella produce en todos y cada uno de nosotros, sobre todo cuando ella toma a alguien cercano, dolorosamente cercano, la dama en cuestión a la que ya he ofrecido mis letras en un post anterior, es la muerte.
   No hay duda que somos seres paradójicos, buscamos incansablemente certezas que le den marco a nuestra existencia, necesitamos hechos y cosas sólidas, que al pensarlas no quepa un segundo la duda en nosotros y a cada paso dado encontramos con que no abundan las certezas en nuestra travesía pero ella, la misteriosa dama que llamamos la muerte es fuera de toda duda la certeza más sólida que tenemos y lo que hacemos con ella es ocultarla, esconderla en el más recóndito rincón, la ignoramos pensando que así no tendremos que encararla, evitamos  nombrarla y lo que es peor, al hacerlo cualquier preparación física y mental que tendríamos que tener para que cuando llegue ese momento, ese instante frente ella que es una de las pocas realidades inobjetables que llevamos como equipaje en la aventura llamada vida y enfrentarla preparados.
   Esta civilización sobrada y soberbia que se piensa superior por los avances obtenidos, por el desarrollo que ostentamos como perla a presumir y que amputó considerando ignorancia o mito los ritos y preparativos que tantas culturas como por ejemplo la egipcia, donde preparaban su libro de los muertos, hecho individual y que hasta la parte inferior económicamente de la sociedad de aquel tiempo preparaba aún fuera un sacrificio por la importancia que sabían era el gran viaje, en este ombligo de la luna donde recordamos una vez al año a la dama más como algo pintoresco y turístico, en el mejor de los casos como fecha para el recuerdo y la añoranza, pero que a la mañana siguiente olvidamos regresando a la prisa constante que nos hace olvidar que el único destino fijo es ella, para esa cita impostergable, en todas esas culturas que admiramos por sus proezas, muchas aún irrepetibles ahora, pero persiste esa mancha que se oculta en nuestra soberbia fachada de superiores, ¿hemos ganado o perdido? Este huracán tecnológico ¿nos ha dado o nos ha robado? me parece que hemos perdido un tornillo en este presente que rebosa ceros y unos digitales pero olvidó lo importante, restando lo imprescindible y sumando lo desechable e inservible.
   Todo esto va con la historia que les contaré, donde la protagónica es ella pero nadie que tuvo alguna participación en esto parece darse cuenta y creo que nos da muestra de enseñanzas valiosas, que el dolor de su paso podría servir como una especie de adhesivo para que la experiencia tenga sentido y sobretodo quede algo que guardar en el alma porque tarde que temprano nuestra cita con ella llegará.
   La historia va de un ser humano que llamaré El doctor, hombre integro que toma su rol en la vida con seriedad, padre de tres mujeres, abuelo de tres chavales y bisabuelo de una estrella que aterriza en este planeta a su aire, viudo desde hace dos años y creo que esto fue factor para lo que venía después, una mañana cualquiera de hace más menos siete meses inicia su ritual preparativo de todas las mañanas para irse a trabajar, pero la sorpresa llega vestida de un malestar acompañado de una hemorragia que es mensajera de malas nuevas, de pronto su rutina es interrumpida por un diagnóstico ambiguo, temeroso y poco claro, que podía serlo así para todo el mundo a su rededor menos para él que no debemos olvidar es médico.
   Su galaxia sufre un evento sin precedentes que le obliga a un retiro involuntario, a visitar hospitales ahora del otro lado, como paciente, que se enfrenta con la indiferencia y la insensibilidad de la estructura a la que tan sólo unos meses atrás formaba parte. Él, de pocas palabras deja que los eventos sigan su curso, él sabe que es una cuenta atrás, sus hijas sufren el shock de las noticias no deseadas y la estupidez crónica de durmientes que de tantas veces de mirar aquella historia olvidan su humanidad y su irremediable cita para ser elegidos de ella más adelante, olvido que tarde o temprano pagarán con los intereses de la inconsciencia y la indiferencia, la vibración nada agradable del temor toma sitio a su lado y les acompañará permanentemente.
   En medio de esta tormenta emocional donde los descubrimientos nada tienen de agradable y los seres en su entorno no atinan a reaccionar debidamente se topa con algo más complejo, su necedad. El doctor es un testarudo de clase mundial que al ver como escapan asustados su vitalidad, su energía, su peso que escapa atrás de su apetito para no volver, mientras todo eso se va, sobre todo una de las joyas más valiosas que tenemos y que no extrañamos hasta que la perdemos, la autonomía para las cosas básicas y simples que con más de setenta a la espalda había hecho millones de veces, caminar, bañarse, orinar plácidamente y ser el piloto que lleva el control total de la nave que llamamos cuerpo, se resiste tratando de seguir llevando la nave pero ésta no responde a sus mandos y sufre una caída que rompe su cadera y se lleva para siempre una gran parte del alma del doctor, su autonomía.
   La situación se complica y en un último intento de llevar el control toma la decisión de operarse para corregir los daños de su cadera que lo postran en definitivo en cama, las posibilidades y las negativas por el riesgo que implica chocan con el muro de su necedad que leal le acompaña siempre, creo fue un último truco para acelerar su viaje pero el universo le tiene otros planes, extraños, incomprensibles.
   El truco surte efecto en parte, el alma del doctor una vez que se encontró fuera de su envase dañado con la ayuda de una anestesia general decide no regresar ahí, iniciando un peculiar viaje donde el tiempo y la materia dejan de ser obstáculo, recorriendo ese misterioso universo que muchas veces es la antesala del gran viaje, esto dura un mes  en el cual había otras cosas que aprender, en esos días la familia del doctor le visitó llevando con ellos su tristeza pero también su percepción de la realidad, que causa un efecto de desencuentros y diferencias, el doctor discreto y poco social se ve impedido de correr a los familiares que desfilaban por su habitación que con tristeza y falta de sentido común a partes iguales se olvidan de la personalidad del visitado que no disfrutaba de las personas por muy parientes que fueran en sus áreas íntimas, su privacía sufre ofensas que hubieran sido debidamente reclamadas por un ser que cuando hablaba por teléfono con la familia hacía que la llamada no pasará de los dos minutos, hola, bien, si, no, fueron las palabras más sonadas en sus interlocuciónes telefónicas y cara a cara, su habitación se convirtió en todo menos eso, su espacio vital y privado, que para dar más kafkiana atmósfera al hecho tuvo sus desencuentros religiosos, el doctor fue todo menos religioso, respetuoso, no agitaba el avispero y guardaba silencio ante las posturas más o menos opuestas al respecto y fue testigo desde las alturas de su viaje de un mes de ritos católicos y otros no tanto por parte de sus visitas que creo olvidaron o nunca preguntaron qué pensaba realmente el doctor.
   Pero aquí surge lo mágico, la hermana mayor del doctor observa todo esto en discreción total, enemiga  de emitir juicios calla, fue testigo cuando el doctor nombraba vocera a otra de sus hermanas para sus últimas instrucciones, deseo que fue ignorado totalmente, la burocracia en este ombligo de la luna es lenta e ineficaz hasta en las familias. Hacía más de un mes que en un viaje previo se había despedido de su hermano, pero para ser exactos el doctor se despidió de ella de esa forma que se sabe es la última, ella lo sabía y esperaba sufriendo al ver que ese último mes fue todo menos placentero para un cuerpo que gritaba no más, pero algo le detenía, no dejaban de preguntarse porqué no emprendía el viaje, su cuerpo seguía ahí pero el doctor ya andaba volando y miraba el circo desde la distancia, estoy seguro que los espectadores lo sufrieron más que el doctor.            
   La tristeza y la frustración son un cóctel pesado para el alma de la hermana del doctor, su mirada delataba el dolor de sentirse incapaz de hacer más leve el tránsito a su hermano moribundo, hasta que el día 20 de junio del presente, a eso de las 3 de la tarde el primogénito de la hermana mayor llega a casa y descubre a su madre sumida en una profunda tristeza, no le queda más que tratar de encontrar las palabras que le sirvieran de consuelo a su madre y es cuando le pide que recuerde el momento de sus vidas que como hermanos hubieran estado más unidos, ya que aquel hijo lunático para casi todos estaba convencido que los sentimientos sólidos son la más perfecta vía de comunicación existente entre dos personas, al buscar ese instante en su memoria un brillo brotó de la mirada de su madre, quizá aquella conexión comenzaba a timbrar, siguiendo esa luz en la mirada de la madre de aquel aprendiz de todo le pintó con palabras una escena, le pidió cerrar los ojos y pensar en el gran jardín de la casa del doctor, en aquella casa tantas veces visitada y llena de momentos felices vividos, su primogénito le narró cómo imaginaba en ese preciso instante a sus abuelos, ella sentada en las sillas del jardín y de pie escoltándola el abuelo, ambos con una inmensa sonrisa, la abuela en los brazos llevaba a el único hijo varón del doctor, muerto a los pocos días de nacer y una interminable comitiva de gatos y perros, compañeros permanentes en la vida de la familia y no exagero se cuentan a centenas, en medio de un mar de colas en movimiento y un concierto de maullidos de bienvenida que miraban expectantes la llegada de un Maverick negro con interiores de piel modelo 74 que fue uno de los orgullos de juventud del doctor y que vendió para completar el enganche de aquella casa, con un bello jardín que fue su hogar, donde por fin llegaba al umbral, al final de un viaje pero que es el inicio de uno indescriptible, mágico, un final que solamente es un nuevo principio.
   Aquel lunático tuvo como premio de esa pintura con palabras la sonrisa de su madre que estaba seguro visualizó aquel momento, y la presencia de un colibrí indiscreto y aventurero que en ese preciso instante que terminaban de conversar, intentaba entrar por el ventanal de su casa, la noche les sorprendía con el deseo de que el dolor vivido por su madre fuera menor por lo menos ese día. Horas más tarde el timbre del teléfono del lunático sonaba, la vocera oficial, es decir su tía, hacia su parte anunciándoles que el doctor acababa de emprender el viaje, una sonrisa escapó del rostro del lunático que fue a informarle a su madre la noticia, la mirada de mágica complicidad selló el momento, sabían que la hermana del doctor, su madre había contribuido de alguna manera a su partida, para ellos es una realidad, lunática quizá, pero no menos mágica y bella.
   La historia tiene lo suyo, principalmente por algo que destella y nos regala un indicio, uno sólido para el que vive en la piel esta clase de experiencias, somos creadores de realidad, lo que ahora la física cuántica teoriza y busca afanosamente. Cada vez existen más indicios y experimentos que nos hablan de que esto es más que una teoría, la mente crea realidad y esta se manifiesta a pesar del aparente límite que son nuestros cinco sentidos, que mezclados con una estremecedora cantidad de negaciones, de imposibles que desde el punto de vista de la ciencia y la ortodoxia no pueden ser pero que podemos ser testigos de privilegio en algún instante de la vida, qué mejor muestra del poder del pensamiento que alquímicamente forja hechos tangibles y palpables de una forma más poderosa que cualquier libro místico o religioso, que sin la chispa de nuestra creencia queda reducido a palabras en un papel, la creencia genuina es una poderosa herramienta que parece conviene a algunos que desconozcamos y sobre todo nuestro legítimo título de propiedad sobre ella, una herramienta fundamental cuando lleguemos a la cita con la dama que observa atenta nuestro hacer, en algún momento comprobaremos personalmente su efectividad, no tengo prisa, tengo mucho por aprender y descubrir aún, así sea… por cierto tengo que decir que esta historia tiene magia adicional, el doctor de esta historia es mi tío Jesús Alfonso Rosales Jiménez, la hermana, es mi madre Irma Rosales Jiménez y el lunático como imaginarán es su humilde servidor, todo esto ocurrido hace apenas 8 días. Mi tío que hace más años de los que quisiera me regaló una pequeña lámpara de mano —fotografía que ilustra estas letras— en un tiempo en que viví en su casa, esa donde está el bello jardín lleno de memorias, entre ellos aquel destierro temporal que viví buscando, siempre buscando, una lámpara que es para mí metáfora de iluminar y buscar, siempre me gustaron desde que era un chaval, ahora me regala luz pura y poderosa con su partida, gracias por todo, por tu papel en mi vida y a mis primas, Cecilia que tiene tu mirada, Malena que lleva tus gestos y tu sonrisa, y Esperanza que le diste tu necedad y tu voluntad para salir adelante, un abrazo cósmico y eterno.         

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