domingo, 9 de octubre de 2016

Porqué escribir...




    




  
   En una mañana gris de esas que invitan a mantenernos resguardados en ese lugar que sentimos nuestro refugio, nuestra base donde poder recargar el cuerpo pero sobre todo el alma, la vida me da sensaciones y vivencias que dejan su marca en la piel, muchas veces la huella queda porque duele, quizá porque el diseño de este migrante alienígena que soy no encaja en este mundo de lo real y lo físico, estoy cada instante más perceptivo a lo intangible, a esas pequeñas grandes cosas del universo de lo invisible, esas que nos recuerdan nuestra dualidad y que nos hacen pasajeros peculiares de esto que llamamos realidad y también, -muchas veces de la mano del dolor;- son aquellas que reavivan nuestra aletargada capacidad de sentir, de ver y percibir la vida como debiera ser siempre, atentos a lo pequeño, a lo imperceptible y que con el apresurado paso que nos vemos forzados a llevar, nos hace miopes, dejando de lado mil veces cosas importantes, el dolor nos regresa la memoria, nos resetea nuestra capacidad de sentir para volver a ser lo que somos de verdad y olvidamos fácilmente, seres humanos.
   Creo que la prisa es ese extraño y en apariencia insignificante virus que como si de una gripe se tratara no le damos la importancia debida, entra discreta y silente en nuestro sistema para tomarlo poco a poco. En principio no somos capaces de percibirlo correctamente y ahí está el peligro, este virus es en realidad un maléfico caballo de Troya que termina por mutarnos, por convertirnos con el tiempo en lo que defino como “los durmientes” seres en apariencia normales pero que tienen una gran diferencia, han perdido su capacidad “dual” eso los hace que perciban la realidad a la mitad, donde sólo lo palpable, lo que se puede contar y tocar es real, reduciéndose a seres unidimensionales, dejando en el camino miles de cosas que esta máquina maravillosa que somos es capaz de percibir, las otras realidades que sin duda están ahí.
   Cuando nos topamos con una de esas pequeñas grandes cosas, como las que tienen que ver con la muerte, la dolorosamente palpable y real, no la que podemos ver con extraña frecuencia a través de los medios masivos que se empeñan en inundarnos de ella provocando maliciosamente nos sea tan común y lejana, que nos hace olvidar su importancia y trascendencia en nuestra vida. Esto nos impide reflexionar tantas cosas, esas que de verdad importan y que definen nuestra percepción de la realidad, como que esta es finita, que es impredecible y que el día menos pensado esa muerte intangible se nos pondrá al frente sin importar lo mucho que evitamos pensarla, quizá con la falsa ilusión de alejarnos de su camino, de pasar desapercibidos para ella, pero cuando al fin la tenemos lo suficientemente cerca entendemos que eludirla es causa perdida.
   Entender, pero sobre todo sentir provoca que nos preguntemos qué es lo que quedará de nuestro paso por esta realidad, no me refiero a lo que usualmente se piensa como legado que tiene que ver más con lo físico y palpable, me refiero a nuestra forma de sentir e interpretar la vida, eso es algo único e irrepetible como lo somos todos y cada uno de nosotros, portadores de esa capacidad, pero existe "algo" o "alguien" que pretende que lo olvidemos, prefieren vernos sumergiéndonos en las generalidades, en las opiniones grupales, en las tendencias que en la actualidad son meticulosamente cuantificadas y sirven para que seamos seleccionados, divididos y calificados. Pareciera que estar oculto entre esas tendencias de pensamiento es lo que interesa, aunque es inevitable que existan coincidencias en la forma en que vemos y sentimos el mundo, nuestra forma es única y exclusiva, es intransferible; es ese mágico fenómeno alquímico que sólo se logra cuando pasamos nuestra experiencia física a través del filtro de nuestra consciencia, la manera que vemos y sentimos el mundo, lo que sabemos, cómo crecimos, en qué creemos se funden haciendo que nuestro pensamiento se convierta en una pieza única, algo irrepetible que logra que lo más simple se convierta en algo especial y que lleva nuestra huella indeleble.
   Es por esto que el acto de pensar se convierte en magia, somos aprendices de hechiceros en un arte antiguo que nos acompaña desde tiempos lejanos, los ingredientes son tan básicos y simples que pasan desapercibidos y hasta son despreciados. Como lo es escribir, plasmar lo que pasa por nuestra mente a palabras escritas, con ese paso de alguna forma les hace tomar otra tonalidad, muchas veces hasta para nosotros mismos, en más de una ocasión he escuchado a creadores que llegan a sentirse instrumentos de algo más, algo externo a su mente y voluntad, una extraña magia está ahí sorprendiendo a su creador.
   Mi pretensión es simple, expresar lo que pasa por la factoría de mi mente y alma a través de las palabras y soltarlo al universo misterioso e infinito de la red, como lo hicieran en los años setenta científicos que mandaron un mensaje donde describían lo que éramos en ese momento como especie, -su percepción de ello, ¡la magia de nuevo nos hace un guiño!- lo enviaron vestido de señal a una estrella lejana que consideraron idónea esperando una respuesta. De igual manera servidor espera una respuesta en el universo, quizá encontrar a alguien más que piense de la misma forma, que lo sienta de manera similar y así una vibración comenzará y provocará una reacción, explorar la sensación de saber que alguien en algún lugar ve el mundo y lo que ocurre en el de la misma forma que uno lo ve.
   El lanzamiento inicia y la ilusión por la posible respuesta hace vibrar el alma mientras seguimos la cuenta regresiva, 9,8,7,6,5,4… ¿mi mente encontrará respuesta? 3,2,1… despegamos, mensaje lanzado, el futuro inmediato aderezado con una nueva incógnita, una bella incógnita… ¿habrá respuesta?  

2 comentarios: