sábado, 11 de marzo de 2017

Érase una vez... Fukushima

   



   Esta travesía que llamamos vida nos lleva por sitios insospechados que algo dan a nuestro camino, experiencias, momentos y pequeños detalles que tienen algún valor que no siempre podemos sopesar correctamente, a veces por falta de tiempo, otras por nuestra miopía y algunas por falta de contexto, detalles que al vivirlos no tenemos la visión completa para entenderlos. Pero el tiempo por un lado y una herramienta fundamental —otra más— que con su magia nos hace entender, me refiero a la memoria, esa misteriosa facultad humana que no está muy claro cómo funciona, como tantos accesorios que tenemos en nosotros y que cuando aprendemos a usarla nos da luz sobre lo ocurrido en una peculiar historia en la que somos protagonistas y en la que no nos comportamos como tales.
   En este camino de la búsqueda la memoria se torna en algo insustituible para poder establecer conexiones y sobre todo contextos, hay cientos de hechos que están rodeados de pequeños detalles y circunstancias que la memoria nos facilita de tal manera que muchas veces llega a ser extraña, hay ocasiones que pareciera que algo externo a uno, quien “administra” tal o cual recuerdo, el que es necesario para la búsqueda actual que nos tiene absortos, he llegado a pensar que hay algo mas ahí, pero la historia va de la mano de un recuerdo no tan lejano y que parece ser regresa a la actualidad acompañado de un riesgo muy grande y que como tantas otras cosas importantes en realidad pasa de largo, pero este parece tener un riesgo muy grande para todos lo recordemos o no.
   Me refiero a lo acontecido un día como hoy, un 11 de marzo pero del 2011 en la central nuclear de Fukushima en Japón, fecha en que un terremoto de 9 grados cimbró a las 2.46 tiempo central de Japón el noroeste de aquel país, hasta ese instante los sistemas de seguridad de la central funcionaron correctamente apagando los reactores que estaban en operación, pero las cosas dieron un giro y a las 3.41 un poderoso tsunami golpeo sus instalaciones colapsándose todos los sistemas de respaldo de enfriamiento, causando el accidente nuclear más devastador de la historia, 15000 muertos, más de 3000 desaparecidos en el poblado que da nombre a dicha central que desapareció bajo las aguas que entraron a más de 5 kilómetros tierra adentro, pero los peor estaba por venir…
   El paso de los días trajo consigo el reconocimiento oficial de la fusión de los reactores 1,2,3 es decir, lo peor que puede ocurrir en una instalación nuclear, la generación de energía por estos medios requiere elementos radioactivos como el uranio y el plutonio que mezclados producen un combustible llamado “mox” que genera temperaturas altísimas que se mantienen “controladas” mediante algún sistema de enfriamiento, en este caso la central tenía unas albercas donde se enfría este combustible y sus residuos, estas dejaron de funcionar para llegar a la temida fusión, donde se despide a la atmósfera una cantidad aterradora de elementos radioactivos.
    Como siempre ocurre, existe una escala para “medir” el nivel de problema, en este caso se llegó al nivel 7 que es el máximo, las mediciones de emisiones generadas supero cien mil veces los niveles emitidos a la atmósfera, las albercas colapsadas de la planta emiten residuos radioactivos al mar 1850 veces superiores a lo permitido. La emergencia superaba todo lo imaginado y el gobierno japonés y la empresa Tepco que es de la poderosa multinacional General Electric decidieron enfriar la planta con el agua del mar, canalizándola hacia la planta y regresándola al océano envenenada con todos los residuos imaginables.
   En menos de dos meses el efecto Fukushima ya había dado dos veces la vuelta al planeta, los índices de yodo radioactivo y cesio 137 y 134 —no olviden esos nombres— han sido detectados en todo el planeta en niveles superiores a lo permitido, las enfermedades de tiroides, los cánceres y lo que sólo se susurra por la dimensión impensable de las consecuencias, el daño genético de una generación completa a nivel planetario, una sombra vuela sobre nosotros y de eso nadie habla, como siempre, mientras fue negocio como “noticia” los medios masivos de comunicación aprovecharon lo ocurrido para hacer lo mejor que saben hacer que es lucrar con la tragedia, para que poco después una línea clara llegada de las alturas de los que mandan comenzaron a minimizar los hechos, el gobierno de Japón en seis meses declaraba el control del desastre y que los niveles regresaban poco a poco a la normalidad, después de eso los medios hicieron lo de siempre, mirar a otro lado y las consecuencias, el daño planetario se silencia y en pocos meses la noticia queda pasada de moda…
   Pero hay cosas que aunque se intenten silenciar y olvidar regresan reclamando atención, lo llamativo es el enfoque y la cobertura a noticias relacionadas, investigaciones científicas que quedan en pequeños grupos sin ser conocidas por la mayoría, mutaciones, muertes inexplicables, incrementos de enfermedades relacionadas que salen poco a poco y que no se difunden con el pretexto de no asustar o simplemente no se dan a conocer sin más excusa y otras que como en este caso no pueden ocultarse por su dimensión o por la terquedad de unos pocos que logran detectarlas, como la confirmación de que el Océano Pacífico en su totalidad está cargado de elementos radioactivos, tal vez tenga que ver las 300 toneladas diarias vertidas al mar por dicha planta, como fue dado a conocer este año o la más delicada en mi opinión que fue conocida el pasado febrero, donde se informaba del fracaso de la incursión de un robot nombrado escorpión a la vasija del reactor 2 donde se ha detectado una nueva fisura, dicho robot tenía la misión de entrar al reactor y que a través de sus cámaras ver el daño y planear una solución pero este no soporto la radiación del reactor y dejó de funcionar a la hora de introducirse en ese infierno, está demás decir que la empresa Toshiba y Tepco argumentaron que dicho robot estaba preparado para resistir aquel ambiente pero no ha sido así, no es necesario ser un especialista, el sentido común nos grita que a 6 años de aquello las cosas empeoran y la incertidumbre llena de temores nuestro presente y futuro.
    Pero hasta aquí el misterio parece no andar por esta historia y una vez más este lunático piensa distinto, creo que hay por lo menos 3 hechos que entran en nuestro concepto de misterioso embonando con esta tragedia, el primero viene de una inquietante nota donde Europa completa se alertaba de un inusual incremento del nivel de yodo 131 detectado la segunda semana de enero en principio en la península de Kola, Noruega para después ser detectado en Finlandia, República Checa, Alemania, Francia y España por el Instituto de protección y seguridad nuclear ubicado en Francia, donde claro, dicen que no hay riesgo, que ha sido en los rangos permisibles pero tácitamente se reconoce que este tipo de hechos no es de ningún modo natural, algo externo lo ha producido, la radioactividad no aparece de la nada.
   El segundo y aún más extraño es la reciente nota en España del robo de un contenedor radioactivo, dispositivo común en hospitales con elementos para medicina nuclear, que como imaginaran no se pueden vender fácilmente y por muy ignorante que fuera el ladrón, los logotipos de radioactivo son conocidos universalmente, de no conocerlos un simple tecleo en el Dios Google sacaría de dudas a cualquier ingenuo, este hecho ha ocurrido en México por lo menos 4 veces en los últimos 5 años, antes de esto extrañamente no hay registro de hechos similares, esto sería conveniente para justificar incrementos de radioactividad si fueran abiertos o dañados…
   Por último el tercero y más desconcertante para servidor es una enfermedad que alcanza cotas alarmantes en la actualidad, la amnesia y la indiferencia de esta mayoría durmiente, la sabiduría popular nos dice que el que no conoce la historia corre el riesgo de repetirla, en los días previos a escribir esta nota pregunte a unas 20 personas qué les decía la palabra Fukushima y para mi sorpresa ninguno pudo decirme de qué iba mi pregunta, las respuestas giraron en torno a alguna película japonesa o hasta alguna oscura técnica sexual poco conocida, no estamos hablando de algo del siglo pasado, hablamos de algo ocurrido hace tan sólo ¡6 años! quizá la radioactividad ha afectado nuestra capacidad de recordar de una manera alarmante, qué necesitamos para sacudirnos esta indiferencia que mezclada con el letargo parece que ha dejado fuera de combate a la maquinaria más bella y compleja que es el ser humano, que cuando pretenda reaccionar podría ser demasiado tarde.

   

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