lunes, 22 de mayo de 2017

La gente azul

  

Los mudos testigos del encuentro en Cuernavaca...


   Tengo que reconocerlo, la búsqueda del misterio provoca un efecto difícil de expresar y aún más quizá de escribir, son tantas las cosas vividas y de alguna forma también cuando alguien tiene a bien contarnos sus experiencias hecho que provoca un vínculo, una complicidad.  
  Ver en los ojos de quien te cuenta su vivencia y al hacerlo te hace sentir en un inmenso tobogán donde las emociones no dan respiro, no me es posible mantener la emoción fuera de esto, cada paso, cada nueva aventura genera una sensación más allá de las palabras, la sensación de que la travesía recorrida me lleva a algo, entender que existen porqués específicos, de momento sólo la intuición avisa inquieta que estamos tal vez cerca de encontrar algo que de sentido a este rompecabezas que mil veces desespera por la falta de esas piezas clave que cuando no están la imagen no es clara aún, se adivina pero sigue faltando eso que cierre el círculo para llegar a la tierra de las posibles certezas aunque sólo sean parciales, en este universo mágico y extraño que nos toca transitar.
   Con los años me he convertido en una especie de notario de lo extraño e inusual, no importa en dónde esté o las causas por decirlo de alguna forma más terrenales que me lleven por los más diversos rumbos que la mayoría de las veces no tienen nada que ver con el misterio y sobre todo su búsqueda, pero sin planearlo en poco tiempo la gente de mi entorno se abre y comienza la aventura, muchas experiencias que están arrumbadas o casi olvidadas en los desvanes de la memoria y pocas veces retornan voluntariamente, tal vez por la preocupación de ser objeto de burlas o la incomprensión de quiénes sumidos en esta ruda y veloz realidad consideran como hechos imposibles o extravagancias sin la mínima posibilidad de ser reales para ellos, las experiencias vividas por tantos testigos de lo inusual.
   La aventura encaminada por este trashumante a través del mágico del universo de la red me regala la posibilidad de recibir correos donde la gente que lee mis escritos me cuenta experiencias creando una interacción mágica que ha sido más grande de lo esperado, a diario me encuentro con comentarios y sobre todo experiencias vividas, una de ellas ha causado el tema principal de esta aventura, una de las más inusuales y extrañas, que para sorpresa de quién les escribe ya había escuchado con una estremecedora similitud que me ha sorprendido, pero hace más de 10 años y que esperaba su momento olvidada y empolvada en mis archivos, ahora por algo que quizá por no complicarnos llamamos casualidad revive por el correo de alguien que me honra con leerme y aún más por contarme algo que le ocurrió hace 3 años, este el más reciente de los dos tiene una conexión, una muy extraña.
   Vamos a la aventura, más menos seis días después de subir la historia “Un encuentro con lo oscuro” los comentarios habituales tuvieron un incremento, de su mano empezaron a llegarme historias y experiencias que llevaban alguna similitud con lo narrado en ella, una de estas me la envió alguien a quien llamaré Andrés, que me narró lo que vivió en el año de 2015 entre marzo y junio tuvo un encuentro imposible con lo que él llamó “la gente azul” que rompió en mil pedazos su concepción de la realidad. Residente de la ciudad de Cuernavaca en el estado mexicano de Morelos, nuestro testigo vivía una vida en sus palabras —cómo la de cualquiera— en el comercio encontró la manera de ganarse la vida y no le va mal, su vida adulta, —tiene 37 años— ha transcurrido de la manera esperada, sin grandes altibajos hasta que en el 2015 en la más rutinaria actividad se topó de frente con lo impensable, a eso de las once de la mañana de un día como cualquiera se dirigió a una plaza comercial que le queda algo alejada de su casa pero la “sugerencia” de su mujer a comprar en un establecimiento de dicho lugar no le dejó espacio para opciones más convenientes, en dicho sitio existe una tienda de alimentos orgánicos, moda adquirida por su mujer de la que nuestro testigo percibe como único efecto de dichas compras solamente en el incremento en el costo de los productos adquiridos ahí, sin más hace la compra y se dirige a su auto estacionado en el mismo terreno de la plaza, su rutina mezclada con desgano y algo de resignación toma una sensación inesperada al mirar a lo lejos, sobre la avenida algo que llamó su atención, exactamente frente a la plaza hay una bella escultura de unos caballos a pleno galope, lo que más llamaba su atención cada que iba a ese lugar y ahí en la base de la escultura estaban dos hombres que le miraban fijamente pero eso no fue lo que le inquietó, sino el hecho que dichos hombres tenían una piel de color azul, increíblemente azul que hacia contraste con todas las personas que transitaban por ahí, luego su estatura que estaba por encima de la habitual, Andrés calcula que eran de más de dos metros, sus alertas sonaron fuerte y claro, algo no era normal, palabras exactas usadas al recordar aquello, en ese instante se dio cuenta que se había quedado inmóvil mirando a esos hombres y comenzó a caminar titubeante de nuevo hacia el auto, algo llamativo de su narración fue que sintió un inusual frío, algo realmente anormal en un día en que el sol brillaba pleno en la ciudad de la eterna primavera como es conocida la ciudad de Cuernavaca, con algo más, el flujo de gente en aquel instante era nutrido, gente en tránsito, unos entrando al terreno de la plaza y otros saliendo, la avenida estaba cargada de un constante paso de autos y ahí la sorpresa se fue transformando en temor, nadie más que él parecía percibir a aquellos observadores, todo mundo seguía su camino sin que su actitud denotara que veían lo que Andrés sí veía claramente, aquellos hombres le miraban  fijamente y no se habían movido ni un centímetro, parecían más estatuas que los caballos que tenían a su espalda, el miedo entró en escena tomando la mente de Andrés poderosamente, al tratar de sacar las llaves del auto, un incontrolable temblor de sus manos le causó que las tirara junto con las verduras que escaparon bajo el auto asustadas, como pudo las recogió y cuando se incorporó de nuevo aquellos observadores habían desaparecido ante un Andrés que lo único que podía comprender era el temor que sentía y que ellos no le dejaron de mirar ni un solo instante… 
    Andrés estuvo dentro del auto por más de veinte minutos, estaba de verdad asustado y de reojo miraba al frente a aquellos caballos que desde aquel momento tienen un halo de irreal para nuestro testigo que ha dejado de mirarlos como la hacía antes de su visión, algo cambio en su interior a partir de aquello, sus preguntas siguen sin respuestas hasta hoy, solo la absoluta convicción de que fue testigo de algo real y que carece de lógicas y porqués, algo que no podrá olvidar.
   Lo aquí narrado causó un efecto inmediato en quien les cuenta, automáticamente salto en mi memoria otra historia totalmente olvidada, que me narraron hace poco más de diez años y que surgió de igual manera, empujada por mi curiosidad e interés por lo extraño aunque he de confesar que fue tan peculiar en aquel momento, primero por la imposibilidad de acomodarla en un contexto, extraterrestres, fantasmas, espíritus, ¿en que cajón de mi archivo la pondría? para qué negarlo, esa sensación me incomodaba y aunque quien me la contó es más que confiable en todos los aspectos no me quedó más que guardarla en el cajón de “varios” es decir no tenía la menor idea en donde acomodarlo en aquel momento.
   Ahora viajaremos a 1988 donde Guadalupe contaba con 16 años y fue de compras al centro de la Ciudad de México acompañada de varias compañeras de su colegio, mientras caminaban por la calle Madero rumbo al zócalo de la ciudad divertidas y totalmente relajadas, dicha zona de la ciudad tiene un permanente flujo de gente que a cualquiera de una ciudad pequeña asusta sin duda, no es fácil moverse entre cientos de personas, cualquier habitante de este ombligo de la luna puede dar fe de esto, así entre bromas y risas Guadalupe se percata de una pareja más que inusual que caminaban en dirección opuesta a ella y sus compañeras, para empezar eran unos gigantes en sus palabras, ella mide 1.75 como referencia y aquella pareja sobresalía totalmente de la marea de gente que caminaba por ahí, su paso se hizo más lento en la medida que se acercaban, lo que primero le sorprendía es que de nuevo nadie parecía percibir algo extraño aunque la pareja era de una lozana e inenarrable piel azul, nuestra testigo imaginó quizá alguna broma de alguna clase pero no le cuadraba que nadie, incluidas sus compañeras percibieran nada, al estar a un par de metros de ellos pudo darme detalles del hombre de aquella singular pareja, no menos de dos metros, traje oscuro y sombrero que por su descripción podría ser anticuado aunque no mucho más, barba y bigote blanco aunque al preguntarle la edad no tuvo idea exacta y lo que de verdad la sorprendió es que en el instante justo del cruce de sus caminos aquel hombre le miro de una manera más que extraña, le costó definirla, pero quizá tuvo algo de complicidad, como si ella los hubiera descubierto tal vez, Guadalupe no sintió temor sino una gran sorpresa que subió un tono más al preguntarle a sus amigas si habían visto lo que ella y no encontró respuesta, en un sitio con cientos de personas nadie más que ella fue capaz de notarlos, al voltear y mostrarles a sus amigas donde mirar a la extraña pareja habían desaparecido, siempre que esto regresa a ella su primer pensamiento es ¿porqué?


La calle Madero a la altura donde Guadalupe se cruzó con la gente azul


   La máquina del pensamiento acelera y vuela, primero que nada la extrañeza de estas experiencias, en esta travesía en busca de misterios he escuchado de todo, pero este par de vivencias sin duda están en mi vitrina de las rarezas puras, existen hechos que de una forma u otra encajan en el marco de algún nicho del misterio, estos no, las similitudes me dicen que algo más allá de la percepción humana que ha dejado su huella, la sensación de que aquello sea lo que sea era algo particular y dirigido para los testigos específicos, el contacto visual deja un claro mensaje, luego esa sensación de irrealidad que queda al percibir algo que el resto del mundo no detecta, pareciera que la realidad sufre una grieta por nombrarlo de alguna manera que por alguna razón deja mirar a unos elegidos ¿o no? del otro lado, en este caso la similitud genera mil preguntas y sin duda la ausencia de lógica y aparente sentido es lo que considero un sello del misterio que está en miles de experiencias aparentemente inconexas y sin duda es un indicio a seguir, es un patrón más que frecuente que se repite en cientos de casos de situaciones extrañas.
   Como si esto fuera poco viene algo fundamental en la investigación de esta clase de hechos, el grado de certeza que nos da un testigo, primeramente Guadalupe cumple sobradamente con todo lo que considero sello de autenticidad en un testigo, nunca ha tenido intención de hacerse notar con su experiencia, no lo necesita y por su posición actual en una importante empresa relacionada con la industria del petróleo ella prefiere que esto no sea conocido por su círculo actual, en más de una ocasión le he pedido que me cuente de nuevo su experiencia, todos y cada uno de los pequeños trucos que se usan para tratar de encontrar errores en una historia han pasado la prueba.
   En el caso de Andrés después de leer su historia le entrevisté dos veces y por circunstancias tuve que hacer un viaje a Cuernavaca y como no, sorprendí con mi inesperada visita al buen Andrés que de igual forma pasó satisfactoriamente mis aparentes olvidos y preguntas repetidas, debo añadir que al mirarle a los ojos mientras me contaba de nuevo pude ver eso que he visto en muchas miradas a lo largo de los años, un temor constante que causa un efecto claro en el testigo, en mi opinión han sido testigos de algo completamente extraño pero real para ambos testigos.
   Por ultimo debo decir que los años han sido aliados en mi capacidad de desnudarme de contextos y prejuicios al entrar en la experiencia de un testigo, uno debe dejar fuera por completo su percepción de lo investigado y esa es la llave para poder atrevernos a pensar sin lastres ni distorsiones, estas historias han dado inicio a una nueva búsqueda no considerada en principio, puedo anticipar que leyendas hindúes nos habla del Dios Shiva que tenía un azul bien claro en su piel, leyendas de Hiperbórea tocan de alguna forma a seres con pieles similares, la travesía para este misterio acaba de comenzar, desde aquí mi agradecimiento a todos y cada uno de los peculiares testigos que me honran con su confianza, escriban, cuenten, sugieran, un lunático de tiempo completo les agradecerá cósmicamente.     

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